Un desafío relacional comunitario inminente
Por Claudio A. Rosas
Director Ejecutivo Paralelo 7. Chile – Colombia
www.paralelo7.com
Periodista- Licenciado en Comunicaciones -Magíster en Comunicación estratégica
El desabastecimiento de energía eléctrica en Colombia es una situación que, de no mediar, el fenómeno de “El niño” hará inevitable un racionamiento de energía entre enero y marzo de 2025. Una situación que está a la vuelta de la esquina y que tiene en alerta al país en su totalidad, ya que aún no ha comenzado de manera masiva una de las acciones claves que pretende disminuir la dependencia hídrica actual. La llamada “transición energética”.

En efecto, la diversidad de fuentes de energías renovables no convencionales (ERNC) no sólo parece ser la solución a una crisis que tiene a Colombia bajo una situación de stress energético, sino que además es un fenómeno que se empieza a vivir con mayor intensidad en cada país de la región, y donde Colombia y Chile están destinados a ser protagonistas de una historia inédita, donde la diversificación de la matriz energética y el relacionamiento comunitario sí o sí deberán ir de la mano.
No es un secreto que el desarrollo de ERNC implica una alteración territorial a diferentes escalas, yendo esto en directa relación con la magnitud de los proyectos que se emplacen en la zona, así como también la extensión de las líneas de transmisión que deberán conducir la energía producida a sus destinatarios finales.
Es en ese contexto donde el relacionamiento comunitario temprano se transforma en un imperativo ineludible que no puede esperar. No sólo con comunidades locales tradicionales, sino también en un escenario de alta complejidad, como será el eventual asentamiento de estas fuentes de generación en territorios indígenas, donde será imprescindible una participación ciudadana integral y un acompañamiento comunitario permanente durante el desarrollo de cada proyecto. En tal caso y según la experiencia empírica, la normativa vigente nacional y acuerdos internacionales como el 169 (OIT) y el acuerdo de Escazú (ambos suscritos por Colombia) no serán sustento suficiente ante una comunidad local cada vez más empoderada e informada.
Es ahí cuando la experiencia chilena se transforma en un activo comunicacional ambiental esencial, especialmente al momento de abordar una situación que no tiene acciones semejantes en territorio colombiano, ni tampoco en América Latina; y donde Chile al ser pionero, ostenta éxitos y fracasos que son interesantes de observar, sobre todo cuando se trata de un país tan diverso étnico y geográficamente como Colombia, con zonas donde el conflicto armado sigue estando presente. Un gran desafío para la institucionalidad energética que deberá colocar todo de sí para una transición equilibrada, resguardando el respeto por los pueblos originarios, su historia y contribución al país, y por sobre todo…en paz.